viernes, 26 de octubre de 2007

CALMA VENTARRON




Con acento tierno
con calor y afecto,
me dijo muy quedo:
calma ventarrón

Ventarrón me llamas
porque la impaciencia,
de mi vida loca
mis nervios sofoca.

Porque veloz surco
los valles, los mares,
parajes de ensueño
largos caminares.

Cuando las tormentas
acosan mi alma,
el llanto y la angustia
sosiego reclaman.

Ventarrón me dices
calma ventarrón,
que entre floraciones
renace el amor.

El amor que un día
se hizo ventarrón,
se escondió en mi savia
y hoy ya somos dos.

Dos para reír
dos para llorar,
dos para soñar
con calma y fervor.

María Asenet Arboleda Urrego

lunes, 22 de octubre de 2007

ALMANAQUE




Son muchos los almanaques que contemplo cada día
`pensando que ya se acerca una nueva cofradía,
donde embalsamar mi mente, para descifrar mi guía
proyectando mi destino rebordeando mi vida.

Un siglo tiene cien años
un año son doce meses,
cada mes son treinta días
Mas yo vivo solo un día.

Van pasando lentamente
como sombras perseguidas,
cada día y cada noche
cada fecha y cada día.

Y la vida gira y gira sin cansarse siempre gira
y el sol como siempre alumbra y calienta la guarida,
y la luna siempre firme ilumina los caminos
que en las noches sigue en vano el jinete en sus salidas.

Ese almanaque recuerda cada acción, cada partida
y se convierte en tortura de quien se estanca en la vida,
también disculpa oportuna de quien conforme, predica
al tiempo como respuesta para ser feliz un día.

Cada almanaque es conciencia de nacimiento y de muerte
de las horas de trabajo, de la rutina impaciente,
del descanso, la alegría, las fiestas y las ausencias
las fechas insospechadas y las locuras frecuentes.

Cada página leída tiene una fecha en la vida
también las canas florecen y dejan huellas pedidas,
la consigna es equilibrar lo que fue y lo que será
ser océano, ser mar, ser tristeza, ser verdad,
¡Ser lo que se es
y no más!
María Asenet

sábado, 13 de octubre de 2007

PALADEAME



Paladéame con tu luz, con tu ternura
con tu abrazo y tu dulzura,
en las noches de tormenta
en la tristeza, en la agonía.

Paladéame, paladéame
siento sed, incertidumbre,
siento frió y soledad
tengo penas en el alma
y no las puedo calmar.

Paladéame, paladéame ¡Dios mío!
Ven... retorna a mi regazo,
dame con la suave brisa
esa paz que solo tu saber donar.

Paladéame, paladéame
siento que mi vida acaba,
que las fuerzas ya me faltan
y la muerte espera ya.

Paladéame, paladéame
volverán las ilusiones,
oiré cantos de amores
y mi alma alcanzará
la feliz eternidad

Paladéame, Dios, paladéame
yo en tu corazón estoy,
tu vida por mis venas corre
vasija de barro soy.

Llena mi copa vacía
infunde aliento de vida,
díctame tus pensamientos
¡siempre tuya, soy... Señor!

María Asenet Arboleda Urrego

martes, 9 de octubre de 2007

CUANDO ME VAYA PARA SIEMPRE


Cuando me vaya para siempre, ahí te dejo mi costal
llenitico de caricias y de semillas de paz,
en el fondo encontrarás, el tesoro sin igual
del amor que a tus hermanos, siempre debes de entregar.

A un lado la alegría y la constancia hallarás
para que goces la vida y no te canses de andar,
cuando te sientas muy triste y te falten fuerzas ya
hecha mano al relojito, que en el bolsillo de atrás está.

Para que vivas ahoríta y no mires hacia atrás
el pasado es el pasado y el futuro, Dios dirá,
solo recoge este día y vive con la verdad
hazlo todo rapidito, orina y acuéstate ya.

Si las fuertes pesadillas te atormentan sin cesar
respira profundo y deja que la escena pasará,
mañana, muy tempranito, lo primero es alabar
al Dios del cielo bendito que con toditos está.

Date una relajadita, limpia cuerpo y corazón
y con la barriga llena, a trabajar, si señor,
con berraquerita y ganas de seguir siendo el mejor
con la mirada sonriente y radiante de emoción.

En el bolsillo, adelante, te dejo mi corazón
que anda muy enamorado de los capullos en flor,
que goza muy baratito y te aconseja, por fin
mucho tacto al caminar, la bobada administrar.

Es mejor la fea pinta luciendo genialidad
no trates de aparentar, lo que no eres en verdad,
y si eres bobo, amiguito, todito lo perderás
bobo en el cielo o bobo aquí, ni una puerta te abrirán

María Asenet Arboleda Urrego