martes, 31 de agosto de 2010

ESCUCHO TU VOZ



Cuando en las mañanas despierto y te siento,
sonríe mi alma y quedo te digo:
!Gracias!... !Dulce dueño de mi vida!... !Gracias!
Estas junto a mí.

Me levanto pronto y esa serenata
que siempre me ofreces al nacer el día,
hace que su ritmo alegre y contento
sea una plegaria grata al caminar.

Tu voz melodiosa me incita a seguir
tejiendo mensajes de paz y de amor,
por cada rincón, paraje o región
donde haya tristeza, desdicha y dolor.

!Escucho tu voz, Señor... escucho tu voz
y soy muy feliz porque junto a ti,
ya no hay tempestad, tu me das razón
para continuar mi viaje y reír.

Déjame seguir tu voz y tu acento
déjame escucharte en cada momento,
déjame decir que eres el buen Padre
que todos buscamos con afán, con gritos.

Escucho tu voz... y muy quedamente
mis ojos se cierran, me invade tu paz,
sólo tu presencia presiento al andar
y muy suave digo: !Estas junto a mí!

Escucho tu voz muy cerca del mar
en cada visión, paisaje y color,
cuando nace el sol y en la oscuridad
cuando hay resplandor... también soledad.

María Asenet Arboleda Urrego

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si levantamos nuestras plegarias, seguro nos sorprenderá cuan cerca podemos llegar al que vestido de lino fino dispone su voluntad y gracia con autoridad..

¡Si en verdad creemos!... ¡al que cree, todo le es posible!...

Manuel Bedoya