viernes, 22 de diciembre de 2006

TUS OJOS


Fueron esos ojazos tuyos los que alumbraron mi vida
en esa noche callada en que a oscuras y a escondidas,
te descubrí quedamente solitario y vacilante
entre el tumulto de gentes que buscaban la salida.

Yo miraba fijamente y adivinaba en silencio
lo que descubrir querías en esos mismos instantes,
en que una rosa fragante se ocultaba inocente
entre los velos fugaces que envolvían mi alma amante.

Descubrí que tus luceros se clavaron en los míos
y llegaron a mi entraña y la invadieron de sueños.
y la luna que brillaba en lo más alto del cielo
envidiaba fugazmente aquel amor excitante.

Y que dulce melodía entablaron tus pupilas
confundidas con las mías entre las sombras perdidas,
y que linda serenata se escuchaba en el silencio
celebrando dulcemente aquel festín anhelante.

Que miradas florecieron tan tierna y tan sutilmente
cada vez que se escuchaban los tic tac de corazones
que se fundieron entonces con la magia de tus besos
que se hicieron evidentes con el devenir del tiempo.

Esos tus ojos que a diario me rondan tan tiernamente
son los únicos culpables de tu amor y del encanto,
que me mantiene atrapada a tu alma y a tu canto
cual sabia al árbol frondoso vivificando su estancia.


Regálame tus ojazos para alumbrar los senderos
que recorreré por siempre en noches grises de llanto,
para volver siempre, siempre a tu vida y a tu mente
para iluminar con ellos y mirarte a cada instante.

María Asenet Arboleda Urrego

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