Cada día Pilar y Ase
se dirigen al Casino,
punto de encuentro seguro
del ingenio Monovero.
Hay allí muchos banquitos
que cargan la humanidad,
de toditos y toditas
después del paseo habitual.
Hay un banquito especial
en el centro del jardín,
yo me siento siempre allí
con la señora Pilar.
En su sillita de ruedas
Pilar arma la película,
y yo me divierto armando
unas cuantas historietas.
En esos banquitos posan
los mas lindos pajaritos,
gatitos y mariposas
los más graciosos mosquitos.
Es costumbre reposar
disfrutando del paisaje,
la frescura y la fragancia
en jornadas soleadas.
¡Qué regalo tan genial
la vida suele donar,
amistades, hermandad
y banquitos para entonar!
María Asenet Arboleda Urrego
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