miércoles, 3 de enero de 2007

SILBANDO EN EL CAFETAL



Silbando en el cafetal te encontraba cada vez
que apresurada llegaba a tu estancia a tu vergel,
cuando anhelaba mirarte y regalarte mi querer
brindando con vino blanco y anisados a granel.

Las hojitas de café fueron instrumento fiel
con sus besos y tus besos surgía el milagro aquel,
que con tu timbre de voz se emocionaba hasta el cielo
al escuchar tus canciones y tus notas al querer.

Era lindo contemplarte y escucharte cada día
con las luces matutinas trailarando al trabajar,
morenita del alma, negra noche, amor y amar
sonrisas a pierna suelta, chistes sueltos... mucho más.

Yo sé que en el cielo estas mi papacito querido
pero en mi corazón dejaste fragancias de amor y un nido,
donde duermen y divierten tus mensajes mas queridos
las semillas que despiertan e iluminan mi camino.

Cuéntame otro cuento padre, hazme reír cada día
sostenme cuando la angustia se anticipa a la tristeza,
de los abrojos que a veces rondan mi techo y mi vida
cuando no encuentro a mi vera esa tu mano querida.

Silbando en el cafetal alegrabas nuestras vidas
silbando en el cafetal trabajabas y ganabas,
el pan para tu familia y para aquel que llegaba
reclamando un vaso de agua y una porción de comida.

Las hojitas de café te extrañan y aún esperan
a que regreses a ellas para el concierto entonar,
para elevar hacia el cielo esa plegaria encendida
que hace renacer sonrientes las alegrías perdidas.
María Asenet Arboleda Urrego

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